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5 mayo 2015 2 05 /05 /mayo /2015 23:15

Los pueblos se hacen historias inacabadas, apariencias que calan más allá de los huesos, costumbres que impregnan la realidad de un cariz normativo, difícil de distinguir entre lo heredado, lo impuesto o lo más halagüeño para cada vecino. La inteligencia, la cultura y la razón, exorcizan las pesadillas que vienen de muy antiguo, tan antiguo como del Medievo, pero algunas aun vuelan sobre campanarios y tejados sin dejar traspasar la luz. Pero a la postre, todos creemos estar en posesión de la verdad absoluta y con la bula de la infalibilidad, propia de personas muy cercanas a dios. Luego, el tiempo da y quita la razón, poniendo a cada uno en el lugar que le corresponde. A veces no, pero allá cada cual con sus conocimientos, apariencias y creencias. Y allá ese mundo con su única religión verdadera y la profusión de dioses y credos, integrismo, fundamentalismo y fanatismo.

El negro pajarraco de la ignorancia grazna con demasiada frecuencia para ocultar la razón y la conciencia, amenazando con asfixiar el progreso y la modernidad. Pero qué se puede hacer con un pueblo que confunde la fe, la devoción, la liturgia, la mitología, el fetichismo y la idolatría; qué se le puede pedir a quienes polemizan sobre la belleza o milagros de una u otra virgen, siendo la misma. En qué mundo de fanfarria hemos caído, en qué disputas infantiles nos enzarzamos sin pie ni cabeza. Yo que me considero ateo, os pregunto qué es la religión, qué es el catolicismo, qué es el cristianismo, que es la beatería. Qué confusión, qué locura. Os recomiendo una reflexión sobre esta letrilla deel ilustre paisano Manuel Alcántara:

No digo que sí o que no

Digo que si Dios existe,

No tiene perdón de Dios.

Si me echo a Dios a la cara,

Me lo tendrá que reolver todo,

De la noche a la mañana.

Finalmente, como la primavera ha llegado y con ella el amor, quiero haceros partícipes de mis impresiones.

No podemos permitir que la maledicencia sustituya a la justicia ni enturbie sentimientos tan nobles como el amor.

El amor no enfanga, más bien enaltece sentimientos que estaban ocultos en espera del levantamiento de la censura moral o de la compasión colectiva. La atracción física, el deseo ardoroso, incluso con violencia posesiva, la comprensión entre los furtivos amantes, la sinceridad y confianza entre ellos, son sentimientos tan naturales como para romper un compromiso, pacto o sacaramento, sin que suponga envilecimiento, despecho o traición.

Ese desasosiego, ese ardor atolondrado y volcánico que acomete a los amantes clandestinos, ya es suficiente razón para vivir o para morir. El amor, al contrario que el odio, ennoblece a las personas, las diignifica y las eleva a seres superiores. A veces y por desgracia, también se convierte en la más trágica de las apiraciones, en burla ajena, cruel y vengadora, en una humillación general.

En muchas ocasiones hay que simular una situación, un propósito, una vivencia, una emoción, un sentimiento, hasta que llega el momento en que no cabe disimulo, porque el amor es más poderoso que la religión, que dios, que la familia y la sociedad

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25 marzo 2015 3 25 /03 /marzo /2015 19:35

Tras conocer los resultados electorales autonómicos en Andalucía sentí una gran decepción, un prurito de conciencia, una vergüenza -supongo que colectiva- y una profunda tristeza al comprobar como el pueblo andaluz, sobre todo en las zonas rurales, dobla las rodillas y la cerviz ante los políticos de siempre.

¿Tan difícil es entender lo que la experiencia, la razón, el tiempo y el sentido común nos dan a entender? Pues no. Este pueblo -según algunos sociolistos maduro,libre, culto y que sabe lo que vota- en mi opinión se ha quedado ciego, sordo o estúpido; o bien es tan mezquino que se contenta con mendrugos de pan, con la copla y los programas televisivos de Juan y Medio.

¿Tan satisfecha está Andalucía con sus gobernantes que es la única comunidad que no ha cambiado de bandera desde las primeras elecciones? ¿Tan bien administran y gobiernan, año tras año, legislatura tras legislatura, para merecer nuestra confianza y lealtad?

Hay individuos y colectivos tan acostumbrados al autoritarismo, al veto, a la imposición, a oír sólo y siempre la voz de su amo, que éstos constituyen elementos consustanciales a su propia libertad. Pobre libertad de todos aquellos que únicamente ven un camino, una meta, para alcanzar sus objetivos personales, familiares y sociales. Pobre libertad nacida de la ignorancia de siglos, de una incultura general y política que impide observar, distinguir, valorar, criticar y optar entre varias alternativas.

Me apeno al comprobar que los políticos son inmunes a la corrupción, y por ende, impunes desde el aspecto judicial (retrasos procesales,obstáculos de los peritos de la Administración Pública que reciben las órdenes de los propios corruptos, recursos-torpedos sobre todo en materia de forma, destrucción y desaparición de pruebas, prescripción de delitos, etc., etc. Pero también son impunes desde el punto de vista político: nadie informa, da explicaciones, se hace responsable o pide responsabilidades; y mucho menos, dimite.El electorado contribuye a esta impunidad, el voto a los corruptos los legitima en el delito y en el poder. ¿A quién nos quejamos si somos los primeros corruptos por mantenerlos en el poder?

Me indigno al comprender que estamos condenados a penosas tiranías, no digo ya a las connaturales al género humano, sino aquellas que nacen del capricho, voluntad o decisión de pequeños dictadores, o a la imposición de una mayoría ignorante, ridícula y soberbia, que no siempre lleva la razón; tiranías engendradas en el populismo, clientelismo, amiguismo, partidismo, compadreo o pasteleo; o bien, derivadas del miedo al cambio (más vale lo malo...), del servilismo crónico en determinadas capas sociales, del voto cautivo por el PER, por trabajos en la Administración o empresas públicas... También los hay que han pactado su voto para toda la vida con un partido, lo haga bien, mal o desastrosamente mal. Pero eso sí, se sienten muy orgullosos de su fidelidad y hombría. En fin, habría tanto que contar... Pero como estamos en época de contriciones, de confesiones y arrepentimientos colectivos, y a pesar de mi ateísmo, clamo al Cielo: "Dios, qué pecado hemos cometido los andaluces para merecer tan larga condena".

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25 febrero 2015 3 25 /02 /febrero /2015 21:15

Se acerca una época de elecciones y la gran voz de la mentira ocupa los espacios, conquista los medios, llena el tiempo, estanca aún más las mentes arrinconadas, y su eco diluye la verdad.

Hay grandes y pequeñas mentiras, públicas y privadas, dolosas y culposas; mentiras para amedrentar y mentiras para adormilar. Pero de todas ellas las más peligrosas, las que más daño causan, son aquéllas que por su continuidad o repetición, o bien por su gran difusión o porque salen de labios protegidos y desvergonzados, arrastran hacia la imbecilidad de un pueblo acostumbrado a tragarse todo lo que le echen, sin analizar ni poner en cuarentena los mesiánicos y redentores mensajes de políticos encumbrados en el poder.

Alerta, pueblo engañado, resucita de nuevo la palabrería de titiriteros, trileros, golfos, que hoy dicen una cosa y mañana la contraria, que dan a sus palabras no el sentido para el que han nacido, sino otros; o interpretaciones adecuadas a las circunstancias y necesidades partidistas que el momento requiera. Se me viene a la mente el vocablo jurídico "imputado". Otras veces niegan la evidencia,, ocultan la verdad, dicen medias verdades, o se defienden con mezquindades y delitos de los demás partidos, sin reconocer los propios  o con el "tú más".

La lenidad social, la impunidad, la lentitud de los procesos judiciales por la picardía leguleya y la falta de recursos personales y materiales, leyes que ya no responden a las demandas y necesidades sociales o que actualmente no son equitativas ni proporcionadas, la ausencia o casi nula responsabilidad civil en muchos casos, hacen que el panorama judicial en España sea propicio para los delincuentes, sobre todo para los de guante blanco. Mucho más, cuando la nobleza y rectitud de los ideales no garantiza la honradez de los políticos ni de nadie, porque en el fondo -o no tanto en el fondo-  todos tenemos un precio; todos somos un poco canallas, pillos, egoístas, corruptos, despreciables; sólo hay que encontrar la ocasión o el momento para serlo. Pero la insolencia de los rufianes debe chocar frontalmente con la justicia, la legislación y la voluntad popular.

El egoísmo desmedido, brutal e inhumano; la codicia insaciable de las clases privilegiadas -a la postre, reducida a una, porque el poder financiero y el político están tan conexionados que son las mismas personas las que comparten o se suceden en ambos poderes- nos han sumido en más miseria, en más pobreza, en más desigualdad.

¿Qué se puede hacer?

-No dejarse engañar, porque no se debe decir que todos los políticos son corruptos, pero sí que todos son mentirosos.

-Exigir listas abiertas, y mientras tanto, no votar aquéllas en las que aparezca la más mínima sombra de corrupción, malversación de fondos públicos, falsedad, prevaricación, etc. Y si no hay ninguna libre de sospecha, votar en blanco.

-No dejarse llevar por siglas, historias, tradiciones familiares, servilismo político, mezquinas promesas o lisonjas. Es mejor votar al político honrado sin consideración al partido, que al corrupto preparado.

Finalmente, una reflexión: "No hay mayor enemigo de la democracia que la intolerante ignorancia de un pueblo alimentada por la corrupción y el populismo de los políticos".

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5 junio 2014 4 05 /06 /junio /2014 07:49

 

Me encontraba en los momentos de penumbra de una profunda y silenciosa noche, donde los perfiles de vigilia se confundían con los del sueño, cuando de repente me sacudió una ola de nostalgia, tan apesadumbrada como indignada, por la que paseaban mis pensamientos mezclándose los de ayer y los de hoy; los de la vida, el tiempo y las personas;los de aquí, el mundo y el más allá.

 

Pienso que la vida de una persona, de una familia o de un pueblo, es como el curso de un pequeño río, un arroyo, cuyas aguas discurren sin cesar; pasan y pasan, y no vuelven más .Es cierto que desde un punto e instante concrtetos, sus gotas son gemelas, pero no son las mismas. Esas ya han hecho su camino, ya no hay vuelta atrás.

Quizás ese riachuelo disminuya su caudal o se agote el día menos pensado, porque las fuentes y manantiales se hayan secado o porque hayan perdido la valentía, la voluntariedad de seguir siendo agua que alimente y dé vida. Tal vez ahora fluya cansino, lento, con desidia y resignación. A lo mejor corre, pero turbio, sin rumbo y con peligrosas inundaciones.

 

Sí, lector, tu pueblo, como otros muchos, no sólo está anclado en el pasado, sino que está estancado, embadurnado en una rutina, en una cotidianidad sin aleteo, en una penuria que empobrece el alma y arruina la inteligencia. Nadie es culpable, pero todos somos responsables, aunque unos más y otros menos, dependiendo de la autoridad (sea civil o religiosa), cargo o función que se ejerza.

Tenemos un ayuntamiento endeudado que no conoce o ha olvidado los baluartes de la buena política, del buen hacer y dirigir; es decir, la ley, el sentido común, la igualdad opuesta al favoritismo, la ética, la eficaz administración de los caudales públicos y la memoria para no tropezar en los mismo errores.

En la parroquia, encerrado en su reducido aprisco y quizás -según escucho- respaldado del aire fresco y renovador de la Iglesia Católica (católico según su origen griego significa universal, que no hay excepciones ni excluye a nadie), un cura que no cura la soberbia, la enemistad, el rencor, el egoismo; ni fomenta el perdón, la unión, la comunión, la hermandad de auténticos hermanos, entre los feligreses.

Con una antiquísima memoria que quiere hacerse presente, y entre una población que sólo espera lo que Dios quiera y que aún confía en los milagros, una hermandad quiere llenar un vacío y, con sus previsibles triunfos y fracasos, constituirse en la única savia de un desértico pueblo que agoniza lentamente. Trioste destino para los caminantes que únicamente buscan el pasado.

 

En este podrido país es difícil huir de la mediocridad y del qué dirán. La estupidez -antes aborrecible- en nuestros tiempos constituye ejemplo a seguir y una pléyade de imbécoiles acapara la atención y el tiempo de españoles enchufados a la televisión o a la radio.

El pueblo  español, aun siendo viejo y curtido en mil batallas, no escarmienta ni nunca aprenderá por su pereza intelectual y la contaminación política o religiosa, porque es más cómodo creer que pensar, obedecer que mandar, seguir la corriente que ir en contracorriente.

Algunos comediantes, víctimas del eco comunicativo, ignorantes y superfluos vanidosos, nunca reflexionan sobre sí mismos ni sobre lo que le rodea. Son presuntuosos, se satisfacen con el eco o con su propia voz, cacarean todo lo que escuchan o consultan en Internet con dignidad de falsos sabios. Estos mismos abandonan la rectitud y el cientificismo de las argumentaciones, cambian de la noche a la mañana de opinión, se arrepienten de sus principios y se avergüenzan de sus orígenes y andanzas. Todo ello para presumir de refinamiento, altura o selecto grupo. Más que pillos, son pobres personas. También los hay que, frente a la racionalidad, la transparencia y el avance técnico y científico, oponen la tradición, el ocultismo, la falsedad y los milagros.

Mi última reflexión por esta noche: En mis palabras cabe la duda o la equivocación, pero no la debilidad ni la mala fe. De todos modos, ¿a quién puede dañar las opiniones de un soñador?

 

Al final todo se apagó: los pensamientos, el insomnio, la sed de verdad, el ansia de justicia, la realidad, los recuerdos... Todo. Absolutamente todo, hasta el amanecer de este desolado pueblo.

 

                                                           Junio de 2014 

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2 abril 2014 3 02 /04 /abril /2014 18:09

Los albores de esta primavera nos han traído un aluvión de noticias: una, no por esperada, menos dolorosa; otas siguen lo que se ha convertido en el curso normal de acontecimientos.

Ha muerto Adolfo Suárez, el presidente que nos prestó un servicio histórico que cambió el rumbo de España. Es cierto que la transición hacia la democracia la hizo el pueblo español, pero fue necesario un líder para impullsarla y defenderla frente a los ataques inmovilistas. También es cierto que la muerte eleva a los altares a cualquier difunto, aun con el beneplácito de sus enemigos más acérrimos. Pero todavía la memoria escucha el ruido de sables en las postrimerías de su mandato y retiene en su mirada la entrada en el Congreso de guardias civiles al mando de Tejero, ante una España atónita, crispada y sangrante. Y los que tengan una memoria más selectiva recordarán el aislamiento de Suárez, los duros ataques tanto de izquierdas como de derechas, el abandono -por no decir traición- de algunos compañeros del Partido, las dimisiones de sus ministros Pita da Veiga, Manuel Clavero y Abril Martorell; remodelaciones de gobiernos, moción de censura, la presión y oposición de buena parte de las Fuerzas Armadas, atentados de ETA, el poco reconocimiento de España por parte de Europa y Estados Unidos, la grave crisis económica y un largo etcétera en el que entrarían algunos otros factores o hechos ocultos y silenciados hasta el momento. No se puede gobernar en soledad y Suárez dimite el 29 de enero de 1981. Tras una larga enfermedad de Alzheimer, quizás para ayudarle a olvidar algunos hechos y a determinadas personas, fallece el 23 de marzo de 2014. Que nuestro recuerdo, reconocimiento y agradecimiento permanezcan a lo largo de los siglos.

Amigo lector, estamos condenados a la tristeza, al descontento, al desamparo y a la indignación. Y mencionando la indignación, otra noticia es la manifestación del 22-M, llamada "De la Dignidad", porque indigno es que en cada esquina mil parados consuman las fuerzas y el tiempo en la rutinaria tarea de esperar tiempos mejores, porque indigno es que miles de familias pierdan su casa, porque indigno es que nuestra juventud se vea abocada a la emigración, porque indigno es que se pierdan de un modo alarmante servicios públicos, porque indigno es que nos roben la libertad, porque indigno es que nos mientan y sigan robando, porque indigno es marginar a una mayoría social y privilegiar a la minoría financiera y política, porque indigno es ...

Hay voces iracundas que se levantan en las tertulias de radio, televisión, o que sus malos presagios y amenazas encubiertas hacen temblar las páginas de la prensa, y más grave aún, las paredes de la Catedral de La Almudena, ya que, como nos tiene habituado la jerarquía católica, el cardenal Rouco Varela nos atemoriza no con las llamas del infierno, sino con otra guerra civil, si continuamos desmadrados ejerciendo una violencia sin justificación.

Sí, según estos próceres de la pluma o de la palabra -sea profana o religiosa-, se acabó la seguridad ciudadana, se extinguió la tranquilidad en nuestras calles y plazas, porque una turba de maleantes amenazan a las Fuerzas del Orden Público y destruyen tanto los bienes públicos como los privados. Incluso reoconociendo que la presencia del salvajismo en la sociedad es brutal, cínica y querida como maldad o venganza; aun admitiendo que con la perversidad vandálica se hace daño, se destruye y aniquila por resentimiento y sin inmediata recompensa; y asimismo concediendo que el hombre es el más fiero de los animales, porque es capaz de hacer el mal sin beneficio alguno, yo me pregunto: ¿Se debe prohibir los partidos de fútbol o cualquier espectáculo, porque haya acciones violentas llevadas a cabo por algunos descerebrados? ¿Cuál es más grave la violencia física o la violencia que genera ésta y otras violencias?

Muchos son los males que se le están ocasionando al pueblo descamisado y muy pocas son las quejas abiertas, no digo en campos de batallas como algunos periodistas señalan, sino pacíficas, realizadas en este confundido y podrido país. Hartos estamos de malos gobiernos en todas las esferas institucionales, de indecentes y farsantes; y sin embargo, ni quejarse se puede por no atentar contra la seguridad pública.

                                     

                                                           1 de marzo de 2014

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30 enero 2014 4 30 /01 /enero /2014 17:42

     Algunos obispos con vocación de tirano, sabelotodo y padre putativo, y siempre de espaldas a la realidad social, intentan organizar la inteligencia, dirigir la conciencia y disciplinar los afectos y costumbres de la población española. Con más frecuencia que la deseada, hacen declaraciones que claman al cielo, o al infierno, o al sentido común, en un intento de empantanar los surcos de la historia y del progreso, como las que acaban de hacer los obispos Fernando Sebastián y Juan Antonio Reig Plá, mostrando ambos una actitud homófona y antifeminista.

     Aun sin mácula alguna, las palabras de los altos ministros de la Iglesia Católica deberían ser más contenidas y respetuosas con otras formas de pensar, sentir o vivir. Pero como dice el dicho: "Siempre habla quien tiene por qué callar".

     Desde la negligencia cristiana y el arrebato católico, los fieles reciben hermosas palabras -divinas o no- de una oratoria religiosa que no puede ocultar su carácter profano ni su talante farsante, porque ya desde que nacen están viciadas por su intencionalidad y contaminadas por el tufo de una moral antiquísimna, hipócrita y cerril.

     Ante la crítica de varios medios de comunicación, se defienden postulando la libertad de expresión, en la que ellos mismos no creen, ni admiten, ni reconocen, salvo en los casos que les interesan. También suelen objetar que sus mensajes van dirigidos a los católicos, a la vez que se jactan de su extraordinario número entre los pobladores de esta tambaleante nación. Sí, es cierto que la mayoría profesa el catolicismo, pero, ¿quiénes son practicantes y quiénes son auténticos cristianos? Amigos, la ritual trinidad católica de bautizos, bodas (cada vez menos) y funerales hace del catolicismo casi una necesidad familiar y social. Por otra parte, dificultan con trámites innecesarios y dilatados plazos la apostasía para que la estadística de sus fieles no se vea reducida ni mengüen sus ingresos.

     A lo largo de los tiempos, la Iglesia Católica siempre ha pretendido redactar todas las páginas de la Historia y de la Mitología, sobre todo cuando la razón calla, el pensamiento se desvanece y el poder político, en comparsa con el religioso, agradece ese silencio y ese desvanecimiento. Tan acostumbrada está al amén de todos, que jamás profiere un mea culpa. En eso radica su grandeza y su vanidad milenarias. Amén, qué le vamos a hacer. No obstante, en su manía de ocultar y en su afán de explicar lo inexplicable, han intentado siempre esconder el concepto de culpa y también el de perdón. Todo ello confundido y disfrazado por una iidolatría irracional, mitológica y absurda. Por fortuna, en algunos oídos ya no suena la palabrería del hombre, pero sí queda en sus almas el silencio de los dioses.

  Antonio Mena                30 de enero de 2014

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21 noviembre 2013 4 21 /11 /noviembre /2013 16:56

Se me ofrece la oportunidad, además del placer, de poder comentaros el libro publicado por mi amigo y compañero Antonio Mena. Libro de relatos que ha titulado Desde la soledad de mi ventana.

Ya desde antes de tener el libro entre mis manos, cuando oí por primera vez su título, comencé a imaginarme qué tipo de historias podía contener tan sugerente encabezado.Y recuerdo que la primera imagen que me vino a la cabeza fue la de alguien, un observador, que desde su privilegiado mirador contempla todo lo que transcurre a su alrededor; quizás oculto tras los visillos, pero quizás con la ventana completamente abierta y deseando intervenir en alguna de estas historias.

De alguna manera, el libro es eso y mucho más, pues nos va relatando historias conmovedoras, pero sobre todo nos regala emociones que el autor quiere compartir con nosotros, sus lectores. Antonio hace un extenso, a la vez que muy intenso, recorrido por casi todos los sentimientos que nos podemos encontrar en nuestro andar diario por la vida; presentándonos un  muestrario de curiosos personajes, marcado cada uno por su pasado, y ofreciéndonos unos desenlaces a veces dramáticos, otros tristes o esperanzados, y casi siempre inesperados.

Comienza el viaje por dos de los pecados capitales: la avaricia y la envidia. El primero nos lo muestra encarnado en el indolente don José, que, empujado por su ambiciosa y recién estrenada esposa, se convierte en prestamista. Y el segundo nos lo presenta como una epidemia que se extiende contagiando y destruyendo la que pudiera haber sido una hermosa historia de amistad. El tercer relato nos traslada a la vejez, contándonos la historia de dos entrañables viejecitos, recordándonos que los sentimientos no tienen límite de edad, pero también que los recuerdos se pueden hacer olvido. Y a continuación Antonio nos transporta de la fidelidad de toda una vida a la crónica de una infidelidad. Nos enseña el desamor y el desengaño en un incomparable marco veneciano y la imprevista venganza. Pasamos luego a lo que debería haber sido una triste historia de intolerancia,que a los ojos de un niño se convierte en un abierto canto al amor materno. El siguiente relato nos lleva de nuevo a la infancia, mostrándonos cómo vive un niño la crueldad sin remordimientos de sus compañeros, pues aunque se sabe distinto, quizás físicamente más débil, reniega de la compasión reclamando tan sólo amistad y amor. Y qué triste puede ser la despedida cuando llegas al final de la vida. Haces balance y descubres que has recibido más que lo que has podido dar y, entonces, en tu última voluntad ofreces tu amor eterno, aquel que supera la barrera de la muerte, para cuidar de los tuyos como un ángel que les dará calor en las largas noches de invierno y los sostendrá en los momentos de dificultad. Y en la siguiente historia María, como una gaviota perdida,, se descubre mujer a la orilla del mar con intensas sensaciones y nuevos sentimientos que se le escapan incontrolables, para luego tener que enfrentarse a la desilusión de la realidad. Y tras este relato, de nuevo retoma Antonio el tema de la muerte, pepro ahora desde el dolor de los que se quedan tras haber tenido que ser meros espectadores impotentes durante largos meses de agonía. Esta crónica anunciada nos lleva a un doble convencimiento pues, aunque tras el fallecimiento de un ser querido pocas cosas vuelven a ser como antes, éstos siempre seguirán vivos en nuestros recuerdos. Y luego, la historia de Ana y su ajuar, Ana y sus esperanzas, Ana y sus sueños; en definitiva, la historia de Ana y su soledad. Sin duda, uno de los relatos con más fuerza es el que Antonio nos regala a continuación. En él nos lleva desde el amor adolescente a la más dura violencia de la que hoy llaman de género; y desde la conmovedora presencia del fruto accidental de aquella primera pasión, hasta conducirnos por los dos caminos que se abren ante los protagonistas, el de él marcado por la droga y el de ella, por la esperanza de un nuevo amor. Caminos que se van a cruzar trágicamente. Y de nuevo retoma Antonio el tema del primer amor, y de nuevo es capaz de presentárnoslo con un enfoque completamente distinto al de narraciones anteriores; mostrándonos ahora las inseguridades, ilusiones y esperanzas con las que conmiezan casi todas las historias de amor. Y en el último vagón de este tren literario nos lleva en un viaje de reconciliación a través de los recuerdos de infancia y juventud hacia el reencuentro consigo mismo, a la vez que con su tierra y su gente, consiguiendo que el perdón exorcice cualquier otro sentimiento.

Sé que estas sencillas palabras son incapaces de reflejar, ni tan siquiera acercarles un poco, la riqueza de emociones que podemos encontrar en este libro, pero confío en haberles abierto una puerta que les invite a leerlo.

Quiero hacer una pequeña referencia a su primera novela Quemaduras de guerra. Un libro que desde la primera a la última página me emocionó y conmovió. Un relato duro como la realidad misma y que mantiene un nivel emocional muy por encima de lo habitual en las historias sobre nuestra guerra.

      Juan Carlos González Ternero

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20 mayo 2013 1 20 /05 /mayo /2013 12:42
Mediocre es toda persona que vive de certezas y no de sueños y de ilusiones, que no quiere cambiarse ni cambiar el mundo.
Mediocre es toda persona que, sin reflexión ni crítica, cree todo lo que dicen los mediocres.
Mediocre es toda persona que vive encerrada en su mundo sin dar ni querer recibir.
Mediocre es toda persona que respeta y admira al que tiene y no al que es.
Mediocre es toda persona que envidia el éxito de los demás sufriendo y sin aspirar a conseguirlo él.
Mediocre es toda persona que se equivoca una, dos y decenas de veces, sin enmendar su error por miedo al ridículo, por ideas preconcebidas -para él sagradas e inmutables-, por un rancio conformismo o por un estúpido orgullo.
Mediocre es toda persona que mira a otro lado para no ver la mentira, el fraude, la rapiña, el abuso de poder, la usura bancaria, la injusticia, la miseria, y se queda con los brazos cruzados.
Mediocre es toda persona que dignifica y entroniza en su altar a los que viven de la estupidez, incultura o ignorancia ajenas.
Mediocre es toda persona que aspira a ser, a tener más, sin preparación ni esfuerzo, y lo logra. Y más mediocre aún, el que lo admira e intenta emularlo.
Mediocre es toda persona que, dándose de erudito y entendedor, habla de todo, porque, en el fondo y en verdad, no entiende ni sabe de nada.
Mediocre es toda persona que critica por mero placer y no por conveniencia o necesidad, porque su crítica será sin conocimiento y sin causaa, y lo que es peor, por envidia.
Mediocre es toda persona que reduce su vida a la pasión y al placer, porque su naturaleza será más animal que humana.
Y finalmente, mediocre es un país donde la mayoría de sus ciudadanos son mediocres.
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18 enero 2013 5 18 /01 /enero /2013 18:59

Es una realidad que todo el mundo miente, y aún más real, que no todas las mentiras son iguales ni tienen la misma imputación moral o jurídica, dependiendo su gravedad del daño o peligro causado, de la intencionalidad, del medio utilizado, de quien mienta y de su repercusión social. En muy poco se parecen las mentiras por cortesía, las piadosas o jocosas a las que se dicen para ocultar delitos, delincuentes y estafadores; o bien, con el objetivo de engañar al electorado para conseguir el voto. A éstas últimas –por cierto, cada vez más profusas en nuestro querido país- yo las definiría como mentiras políticas por el autor, contexto, consecuencias de todo tipo y daño al pueblo. También por su impunidad.

Cada día asaltan las conciencias y la paciencia las noticias en las que aparecen casos de cohecho, prevaricación, falsedad documental, evasión y blanqueo de capitales, fraude fiscal, suspensiones y quiebras manipuladas, financiación ilegal de partidos y otras corruptelas. No quiero mencionar nombres, pues la lista sería inacabable, sin indicar los numerosos casos que quedan en la sombra, ya sea por la sofisticada ingeniería financiera, contable o abogadesca; ya sea por su escasa cuantía –pueblos pequeños donde la verdad se esconde por miedo, amiguismo, vecindad y familiaridad- o porque el propio partido, para lavar su imagen y que la ropa sucia quede en casa, oculte los hechos delictivos y proteja a los culpables.

Habría que recordarle a la clase política que todos somos dueños de nuestro silencio, pero jamás de lo que decimos, para que sus declaraciones en defensa de sus compañeros corruptos no puedan ser revocadas y desautorizadas por los Tribunales de Justicia. ¡Hay tantas manos quemadas que siguen metidas en la bolsa pública!

La insaciabilidad del género humano, sobre todo en época de crisis y escasez, es uno de los mayores pecados de la humanidad. ¿Para qué necesitamos tanto dinero?

En España durante décadas nos robaron el tiempo, la modernidad y el progreso, la libertad, la cultura; y ahora nos están robando el derecho al trabajo, a una vivienda, a la salud, a la educación, a la justicia, a una vida digna. Nos están desvalijando el dinero público, el dinero de todos, con la impunidad, incluso con el elogio y condecoraciones para los grandes ladrones. La prisión para el que roba por necesidad o impulsado por la droga o el consumo.

También habría que recordarles a nuestros políticos que el único fin de los impuestos es la protección de la sociedad, entendida en el más amplio sentido de la palabra, es decir, proteger a los ciudadanos de las enfermedades, de la incultura, de la pobreza, de las injusticias, de los delitos, de las incomodidades… Y advertirles que no mientan, que no abusen de la ingenuidad de las personas. ¡Basta ya de mentiras políticas!

 

                    Antonio Mena Guerrero          18 de enero 2013

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7 enero 2013 1 07 /01 /enero /2013 19:02

¿Hasta cuándo?

               

La fuerza de los hechos vergonzosos compele mi voluntad y mi pluma, aun a sabiendas de ser repetitivo, a insistir en el mismo tema, ya que no actuamos y avalamos con el voto a los que nos saquean sin tener en cuenta nuestros deseos y necesidades.

Las ideologías políticas han sucumbido ante los intereses financieros y las multinacionales en quiebra del estado de bienestar. Se me dirá que existe democracia. ¿Para qué?  Para elegir a unos seguidores del capitalismo inhumano y salvaje - en el mejor de los casos: maniatados, y en el peor: corruptos y rapiñadores-, que han dejado de servir a los intereses generales del pueblo para cumplir a rajatabla las directrices de organizaciones supranacionales o los dictados de una economía globalizada. Por eso, la democracia se va devaluando, nadie confía ya en la palabra ni en el juramento de los políticos, y mucho menos en su ejemplo, y como el nombre de Dios, está un poco pasada de moda. La forma menos mala de hacer política ha perdido crédito, porque deciden otros a quienes no hemos votado, ni siquiera conocemos, y nos estamos dando cuenta de que somos guiñapos engañados, humillados y estrujados hasta la última gota de sangre o hasta el último euro.

Del mismo modo, los bancos estafadores ofrecen lo que no pueden dar u ocultan en letra pequeña lo que al cliente no conviene, ante la pasividad del gobierno, de la justicia y de organismos como el Banco de España, entre otros.  Ha habido un abuso de confianza por parte de las instituciones financieras y una desidia, tal vez connivencia de la Administración Pública, dadas las imbricaciones entre banqueros y políticos.  Espero que a partir de los últimos hechos escandalosos estemos más atentos a los documentos y a las firmas, aunque el problema es mucho más grave y va más allá de las meras relaciones entre banco y clientela, puesto que el dinero ha dejado de ser producto del trabajo para convertirse en fruto de juegos especulativos. Pero, ¿quién recupera lo estafado?, ¿quién devuelve lo robado?, ¿quién y cómo se persigue a los estafadores, especuladores, corruptos, defraudadores de Hacienda y –desde una mirada generosa y valga la presunción de inocencia- a los malos gestores?

Vivimos en un mundo sin ética, donde los antiguos códigos han desaparecido o han sido sustituidos por otros menos honorables, más falsos. Se dice que la publicidad es engañosa, pero deberíamos incluir en esta valoración, no sólo a los publicistas, sino también a personas y a instituciones que, por la función que cumplen, habrían de tener un grado de credibilidad carente de sospechas.

Ese virus, esa epidemia de ambición desenfrenada de dinero y poder es la causa principal de la desigualdad, de la miseria, de tantos delitos y de tan grandes delincuentes. Ante esta situación me pregunto qué hacemos, qué podemos hacer. ¿Tranquilizar nuestra conciencia con exiguos donativos o insignificantes obras de caridad? ¿Mirar hacia otro lado? ¿Permitir la injustica con nuestra aquiescencia?  ¿Garantizar tanta tropelía con el beneplácito del voto popular?

¿Hasta cuándo vamos a sufrir que abusen de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo? 

Antonio Mena Guerrero         Enero 2013

 

 

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