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21 noviembre 2013 4 21 /11 /noviembre /2013 16:56

Se me ofrece la oportunidad, además del placer, de poder comentaros el libro publicado por mi amigo y compañero Antonio Mena. Libro de relatos que ha titulado Desde la soledad de mi ventana.

Ya desde antes de tener el libro entre mis manos, cuando oí por primera vez su título, comencé a imaginarme qué tipo de historias podía contener tan sugerente encabezado.Y recuerdo que la primera imagen que me vino a la cabeza fue la de alguien, un observador, que desde su privilegiado mirador contempla todo lo que transcurre a su alrededor; quizás oculto tras los visillos, pero quizás con la ventana completamente abierta y deseando intervenir en alguna de estas historias.

De alguna manera, el libro es eso y mucho más, pues nos va relatando historias conmovedoras, pero sobre todo nos regala emociones que el autor quiere compartir con nosotros, sus lectores. Antonio hace un extenso, a la vez que muy intenso, recorrido por casi todos los sentimientos que nos podemos encontrar en nuestro andar diario por la vida; presentándonos un  muestrario de curiosos personajes, marcado cada uno por su pasado, y ofreciéndonos unos desenlaces a veces dramáticos, otros tristes o esperanzados, y casi siempre inesperados.

Comienza el viaje por dos de los pecados capitales: la avaricia y la envidia. El primero nos lo muestra encarnado en el indolente don José, que, empujado por su ambiciosa y recién estrenada esposa, se convierte en prestamista. Y el segundo nos lo presenta como una epidemia que se extiende contagiando y destruyendo la que pudiera haber sido una hermosa historia de amistad. El tercer relato nos traslada a la vejez, contándonos la historia de dos entrañables viejecitos, recordándonos que los sentimientos no tienen límite de edad, pero también que los recuerdos se pueden hacer olvido. Y a continuación Antonio nos transporta de la fidelidad de toda una vida a la crónica de una infidelidad. Nos enseña el desamor y el desengaño en un incomparable marco veneciano y la imprevista venganza. Pasamos luego a lo que debería haber sido una triste historia de intolerancia,que a los ojos de un niño se convierte en un abierto canto al amor materno. El siguiente relato nos lleva de nuevo a la infancia, mostrándonos cómo vive un niño la crueldad sin remordimientos de sus compañeros, pues aunque se sabe distinto, quizás físicamente más débil, reniega de la compasión reclamando tan sólo amistad y amor. Y qué triste puede ser la despedida cuando llegas al final de la vida. Haces balance y descubres que has recibido más que lo que has podido dar y, entonces, en tu última voluntad ofreces tu amor eterno, aquel que supera la barrera de la muerte, para cuidar de los tuyos como un ángel que les dará calor en las largas noches de invierno y los sostendrá en los momentos de dificultad. Y en la siguiente historia María, como una gaviota perdida,, se descubre mujer a la orilla del mar con intensas sensaciones y nuevos sentimientos que se le escapan incontrolables, para luego tener que enfrentarse a la desilusión de la realidad. Y tras este relato, de nuevo retoma Antonio el tema de la muerte, pepro ahora desde el dolor de los que se quedan tras haber tenido que ser meros espectadores impotentes durante largos meses de agonía. Esta crónica anunciada nos lleva a un doble convencimiento pues, aunque tras el fallecimiento de un ser querido pocas cosas vuelven a ser como antes, éstos siempre seguirán vivos en nuestros recuerdos. Y luego, la historia de Ana y su ajuar, Ana y sus esperanzas, Ana y sus sueños; en definitiva, la historia de Ana y su soledad. Sin duda, uno de los relatos con más fuerza es el que Antonio nos regala a continuación. En él nos lleva desde el amor adolescente a la más dura violencia de la que hoy llaman de género; y desde la conmovedora presencia del fruto accidental de aquella primera pasión, hasta conducirnos por los dos caminos que se abren ante los protagonistas, el de él marcado por la droga y el de ella, por la esperanza de un nuevo amor. Caminos que se van a cruzar trágicamente. Y de nuevo retoma Antonio el tema del primer amor, y de nuevo es capaz de presentárnoslo con un enfoque completamente distinto al de narraciones anteriores; mostrándonos ahora las inseguridades, ilusiones y esperanzas con las que conmiezan casi todas las historias de amor. Y en el último vagón de este tren literario nos lleva en un viaje de reconciliación a través de los recuerdos de infancia y juventud hacia el reencuentro consigo mismo, a la vez que con su tierra y su gente, consiguiendo que el perdón exorcice cualquier otro sentimiento.

Sé que estas sencillas palabras son incapaces de reflejar, ni tan siquiera acercarles un poco, la riqueza de emociones que podemos encontrar en este libro, pero confío en haberles abierto una puerta que les invite a leerlo.

Quiero hacer una pequeña referencia a su primera novela Quemaduras de guerra. Un libro que desde la primera a la última página me emocionó y conmovió. Un relato duro como la realidad misma y que mantiene un nivel emocional muy por encima de lo habitual en las historias sobre nuestra guerra.

      Juan Carlos González Ternero

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